
A priori hablar de una derrota en casa frente al Sevilla podría ser algo de los más normal. Pero en esta ocasión es una excepción. Los hispalenses de Sampaoli llegaban a Palma, con más miedo y necesidad que otra cosa.
Un equipo que se mostró afectado por su situación en la tabla y cargado de responsabilidad. Una situación que posiblemente el Mallorca no ha sabido aprovechar.
Abdón la tuvo en dos ocasiones y el de Artà no aprovechó. Y los errores se pagan, y caro. Esto ha dado pie a que el Sevilla jugara y jugara y jugara el balón hasta el aburrimiento, porque tampoco quería correr ningún riesgo que le supusiera encajar un tanto.
No fue hasta la reanudación, en el minuto 52, cuando un zapatazo de Gudelj desde 30 metros sorprendiera a todo el mundo, incluido su compatriota Rajko, que no pudo ni reaccionar para evitar un tanto que dejó a todo el mundo con la boca abierta.
A partir de aquí, los cambios se sucedieron en un equipo y otro. El Sevilla jugó a lo que tenía que jugar, porque quería los tres puntos a cualquier precio y así lo demostró.
Los locales, han visto una vez más cómo un partido se les escapa por una jugada puntual y por la falta de acierto en momentos puntuales.