jueves. 28.03.2024
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Planta baja de la calle Cervantes de Inca que ha sido usurpada hace casi ocho meses.

Un joven ha logrado hacerse con el control absoluto de la casa donde había sido hospedado como favor personal, al no disponer de una vivienda, y lo ha hecho cambiando la cerradura aprovechando que los propietarios habían salido y no les ha permitido entrar desde hace más de siete meses.

Los hechos ocurrieron el año pasado en Inca, en plena Navidad, cuando los tres moradores de una planta baja situada en el número 14 de la calle Cervantes de la capital del Raiguer volvieron a casa se encontraron con que la cerradura había sido sustituida sin su permiso.

Al parecer, fue un joven al que habían dado cobijo junto a su perra en el mes de septiembre quien realizó el cambio, pasando a ser el único residente de una vivienda que no le pertenece. El caso ya ha sido denunciado y puesto en manos de un abogado.

Según ha manifestado la portavoz de la familia, Ana Bosch, en declaraciones a MALLORCA CONFIDENCIAL, en ese piso vivían su pareja, su madre y su padre, el cual sufre un cáncer y está teniendo que pasar la enfermedad en otra propiedad rural mál adecuada.

"Mi pareja en septiembre del año pasado ayudó a este chico que se había quedado sin hogar y le dejó una habitación para estar", pero luego, en Navidad, al volver de una salida este sujeto "había cambiado la cerradura dejándolos en la calle hasta el día de hoy", ha expuesto.

Además, según ha precisado, tanto su pareja -que es minusválido- como los padres de éste han interpuesto varias denuncias, tanto por ocupación ilegal de vivienda como por robo de efectos personales de los afectados, que están siendo vendidos en internet.

Exige el pago de un rescate

La situación tiene varios agravantes, por un lado, que en febrero el usurpador presentó a los propietarios legítimos de la vivienda un contrato escrito de su puño y letra, según el cual, si se le entregaban 2.000 euros abandonaría la casa, a lo cual accedieron y, aunque pagaron una parte, nunca se marchó.

Por otro lado, ha metido a un segundo sujeto a vivir bajo el mismo techo y ha respondido con amenazas físicas a contactos telefónicos para pedirle que dejase de vender pertenencias de los dos ancianos y su hijo, sin que hayan cesado las ventas en ningún momento.

Finalmente, los propietarios de la vivienda se ven obligados a continuar pagando el agua y la eletricidad, a pesar de ser todos ellos pensionistas con bajos ingresos. "Es una pesadilla de la que no despertamos", ha proclamado Ana Bosch con impotencia.

Cambia la cerradura de la casa donde le cobijan y se la apropia