Cuando se habla de vocación de servicio se engloban a personas de muchas profesiones, una de ellas es la relativa al cuidado. He comprobado recientemente que nuestra sanidad pública es excelente, y lo es por la vocación de servicio de sus integrantes:
El día 23 de diciembre ingresé a en Son Espases en la planta de neurocríticos y allí he pasado la Nochebuena, Navidad, los últimos días del año, Nochevieja, y el primer, segundo y tercer día del año nuevo. Durante los 12 días de ingreso he podido interaccionar con decenas de personas que cubren esos duros y estresantes turnos hospitalarios las 24 horas del día, los 365 días del año, sin descanso.
A medida que pasan los días llegas a conocer a todas esas personas y cuando entran por la puerta, con el simple "buenos días o buenas tardes", ya sabes si entran para tomarte la tensión, la temperatura, darte el parte diario, traerte la comida, las toallas, el pijama limpio, o si es para limpiar la habitación o el cuarto de baño.
He tratado desde con la administrativa de admisión de urgencias, hasta con celadores, personal de limpieza, auxiliares de enfermería, enfermer@s, neurólog@s, oftalmólog@s, etc., y en todas esas personas he encontrado un denominador común: profesionalidad "nivel Dios".
Pero lo más llamativo no es esa profesionalidad , sino su vocación de servicio que se traduce en su capacidad de ejercer el cuidado con excelencia gracias a su empatía, su sensibilidad, su cercanía, su cariño, su respeto, etc.
Cuando una persona se encuentra en situación de vulnerabilidad y recibe tantas y tantas muestras de cariño y cercanía se olvida de sus dolencias y recupera su dignidad como persona mucho antes; durante estos días me he sentido acompañado por "Ángeles con bata", por personas que cumplen mucho más de lo exigible en sus obligaciones profesionales ya que su actitud y la vocación de servicio son innatas, posiblemente vocacionales, y eso, esa entrega en su labor y esa excelencia en el cuidado de un enfermo, no hay nómina que lo pague.
Podría enumerar muchos de los nombres de las personas que me han cuidado durante el "Nadal 2021" pero no quiero dejarme a nadie, por lo tanto mi reconocimiento es para tod@s sin excepción.
Mi gratitud es para el personal de urgencias Son Espases y sobre todo para el personal de la planta 0, módulo M, de neurología.
Por último debo comentar, que algo que me ha llamado la atención -además del "nivelazo" de todos ellos- es que solo dos personas han conversado conmigo en mallorquín, el resto lo han hecho en español.
Este detalle me ha hecho reflexionar, concluyendo que a mí, sin entrar en polémicas lingüísticas ni soflamas ideológicas, eso me demuestra, empíricamente, que la lengua (en la comunidad Autónoma en la que vivo y he nacido) no es indicador de excelencia sanitaria, la actitud y la vocación de servicio no entiende de idiomas y por ello, si perdiéramos a algunas de las personas que me han cuidado estos días, por no superar una prueba de la lengua catalana, sería algo inefable y que, como sociedad, no podemos permitir.
Aprovecho para recordar que, según brillantes investigadores como Albert Mehrabian, solo el 7% del lenguaje es verbal y por ello exigir según qué niveles de Catalán, al personal sanitario, sería privarnos, en muchos casos, de profesionales como la copa de un pino. Así que menos polémicas estériles y más medios y recursos humanos para la mejor sanidad pública del mundo gracias a la vocación de servicio de sus integrantes.
Una mirada, una sonrisa, una mueca y una cara de complicidad, empatía y cuidado no entienden de lenguas, ya que son un lenguaje universal que es el que verdaderamente da excelencia a nuestra sanidad. Gràcies per tot i salut per tothom!
Ramón José Mulet Pacis