22 de febrero de 2021, 10:14
La manifestación del 8M está bien. La convocada contra la Ley de Educación de Sánchez está mal. La concentración en favor del indulto a los condenados del procés está bien. La de los restauradores y autónomos protestando contra Armengol está mal. La concentración en favor del rapero condenado por apología del terrorismo e insultos a la corona está bien. Concentrarse en favor de la libertad de elección en la educación está mal. Recordar a las anarquistas fusiladas está bien. Recordar a los fusilados por los republicanos está mal. Recordar los bombardeos nacionales está bien. Recordar los bombardeos republicanos está mal.
A los que se manifiestan en contra de la Monarquía o en favor de los “Països Catalans” hay que dejarles hacer pues es libertad de manifestación y de expresión. Pero a los manifestantes de la restauración hay que multarles. Y así suma y sigue.
Cuando la Administración la gestiona la izquierda -tanto el gobierno central como el autonómico Balear- aplican este doble rasero. Y no hay nada más injusto que eso.
Pero ahora ha cambiado una cosa: el sector social de los trabajadores autónomos y los pequeños empresarios de bares, restaurantes y de la hostelería ha dicho basta. Y es que hasta no hace mucho la gente estaba en un “tanmateix, deixeu anar, ja vindran ses eleccions”. Pero resulta que por el camino se ha cruzado la pandemia del Covid y con ella ha venido la mayor crisis económica de la historia reciente, con decreto de Estado de Alarma y orden de cierre de la actividad de multitud de negocios abiertos al público. Y eso desde el Gobierno y el Govern no se ha valorado suficientemente.
Ahora este sector social, que de habitual se dedica a sacar sus negocios adelante, tiene todo el tiempo libre del mundo porque no le dejan abrir. Y lo que es un desastre: no tienen ingresos porque no les dejan tener la actividad en marcha, pero sin embargo han de pagar todos los impuestos y obligaciones tributarias como si estuvieran abiertos. Es increíble.
Cuando han salido a protestar desde la Delegación de Gobierno los han crujido a multas y sanciones. Eso sí, la Delegación del Gobierno de Sánchez pone multas a los restauradores de Baleares, pero la Delegación del Gobierno de Sánchez en Cataluña hace la vista gorda ante las masivas concentraciones de secesionistas y progolpistas. Y en Madrid hacía lo propio con las concentraciones del 8M. Y así nos luce el pelo.
La justicia ha dado la razón a los restauradores en el País Vasco y de momento pueden volver a abrir. En Baleares, a la espera de ver qué decide la Justicia, los hosteleros de la restauración, los hoteleros y las patronales del sector se han unido en un clamoroso SOS a Sánchez y a Europa para intentar salvar esta temporada de 2021. Y lanzan la campaña de “Un año pagando los platos rotos”, pues a fecha de hoy no está acreditado que los contagios estén relacionados con esta actividad. Así lo reconoció el propio Govern en unas declaraciones de esta misma semana.
El tiempo pasa y la temporada se acerca a marchas forzadas. De momento la Semana Santa de 2021 ya se da por perdida. Y la de verano, que de habitual empieza en mayo, parece que no estaremos listos hasta septiembre como muy pronto, yendo todo muy rápido y bien. Es decir: un desastre sin paliativos.
Ahora que ya sabemos que tendremos que negociar y comprar la vacuna de Rusia, va nuestro “flamante” representante de Exteriores de Europa -nuestro querido Borrell- y se reúne con el representante ruso para lanzarle toda una serie de improperios tan desafortunados como poco oportunos, aun teniendo razón.
Pintan bastos. He de decirlo.
A los que se manifiestan en contra de la Monarquía o en favor de los “Països Catalans” hay que dejarles hacer pues es libertad de manifestación y de expresión. Pero a los manifestantes de la restauración hay que multarles. Y así suma y sigue.
Cuando la Administración la gestiona la izquierda -tanto el gobierno central como el autonómico Balear- aplican este doble rasero. Y no hay nada más injusto que eso.
Pero ahora ha cambiado una cosa: el sector social de los trabajadores autónomos y los pequeños empresarios de bares, restaurantes y de la hostelería ha dicho basta. Y es que hasta no hace mucho la gente estaba en un “tanmateix, deixeu anar, ja vindran ses eleccions”. Pero resulta que por el camino se ha cruzado la pandemia del Covid y con ella ha venido la mayor crisis económica de la historia reciente, con decreto de Estado de Alarma y orden de cierre de la actividad de multitud de negocios abiertos al público. Y eso desde el Gobierno y el Govern no se ha valorado suficientemente.
Ahora este sector social, que de habitual se dedica a sacar sus negocios adelante, tiene todo el tiempo libre del mundo porque no le dejan abrir. Y lo que es un desastre: no tienen ingresos porque no les dejan tener la actividad en marcha, pero sin embargo han de pagar todos los impuestos y obligaciones tributarias como si estuvieran abiertos. Es increíble.
Cuando han salido a protestar desde la Delegación de Gobierno los han crujido a multas y sanciones. Eso sí, la Delegación del Gobierno de Sánchez pone multas a los restauradores de Baleares, pero la Delegación del Gobierno de Sánchez en Cataluña hace la vista gorda ante las masivas concentraciones de secesionistas y progolpistas. Y en Madrid hacía lo propio con las concentraciones del 8M. Y así nos luce el pelo.
La justicia ha dado la razón a los restauradores en el País Vasco y de momento pueden volver a abrir. En Baleares, a la espera de ver qué decide la Justicia, los hosteleros de la restauración, los hoteleros y las patronales del sector se han unido en un clamoroso SOS a Sánchez y a Europa para intentar salvar esta temporada de 2021. Y lanzan la campaña de “Un año pagando los platos rotos”, pues a fecha de hoy no está acreditado que los contagios estén relacionados con esta actividad. Así lo reconoció el propio Govern en unas declaraciones de esta misma semana.
El tiempo pasa y la temporada se acerca a marchas forzadas. De momento la Semana Santa de 2021 ya se da por perdida. Y la de verano, que de habitual empieza en mayo, parece que no estaremos listos hasta septiembre como muy pronto, yendo todo muy rápido y bien. Es decir: un desastre sin paliativos.
Ahora que ya sabemos que tendremos que negociar y comprar la vacuna de Rusia, va nuestro “flamante” representante de Exteriores de Europa -nuestro querido Borrell- y se reúne con el representante ruso para lanzarle toda una serie de improperios tan desafortunados como poco oportunos, aun teniendo razón.
Pintan bastos. He de decirlo.